Igor A. Arias M.*
RESUMEN: El presente trabajo aborda el tema del desarrollo rural en Venezuela desde cuatro perspectivas: La evolución histórica del concepto; el concepto de desarrollo/ desarrollo humano; la sostenibilidad y el desarrollo sostenible, y la ruralidad. Igualmente propone un modelo de desarrollo rural como instrumento para comprender los procesos de desarrollo que ocurren en las zonas rurales y que pueda contribuir a orientar políticas, estrategias, acciones, y la toma de decisiones en procura del desarrollo sostenible de estas áreas. El modelo enfatiza que el desarrollo rural sostenible debe tener su base en un sólido y constantemente actualizado conocimiento. Se centra en la construcción de un capital humano/social, institucional que al tener capacidad de aprovechar oportunidades y manejar eficaz y eficientemente vectores como la infraestructura social y para la producción, la organización para la participación ciudadana, las actividades productivas y de agregación de valor, el financiamiento se constituya en base y motor del desarrollo. En este sentido focaliza su atención en la familia, la comunidad, las instituciones como emprendedores de procesos socioproductivos constructores de bienestar. Soporta su viabilidad en el uso de modernos enfoques y procesos que permiten explicar el complejo entramado de relaciones que dan sentido a las realidades rurales. Se privilegian enfoques como el de demanda; sistémico; de género; territorial; y ambiental. De igual manera se otorga relevancia a procesos, bases para la creación de capital humano/social y de fortalecimiento institucional como: innovación; capacitación; organización; participación y conservación. Finalmente el modelo contempla que el desarrollo rural se debe centrar en el desarrollo humano y tiene una finalidad ética y social soportada en la sostenibilidad de procesos sociales, económicos, institucionales, culturales, ecológicos, territoriales. |
ABSTRACT: |
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En la sociedad mundial se están produciendo extraordinarias transformaciones, especialmente en el marco de la economía, la política, la cultura, los modos de producción. La sociedad mundial busca afanosamente rumbos, nuevos caminos. Esa búsqueda de caminos tiene que ver con nuevos conceptos, visiones, con nuevas formas de vinculación entre sus hacedores.
Hoy, nuevos paradigmas como el conocimiento, las relaciones, la sostenibilidad, intentan orientar el desarrollo de la humanidad. Nuevos enfoques como el sistémico, de género, de participación sirven de herramientas para la construcción social. Una nueva dimensión e internalización en los conceptos de: colectividad, participación, organización, comunicación, equilibrio, equidad, sostenibilidad, cooperación, solidaridad...compromiso; nos permiten pensar en la posibilidad cierta de construir, teniendo como centro al hombre.
Los que laboramos en las áreas rurales estamos convencidos de que el objetivo final de nuestro trabajo es facilitar el mejoramiento de las condiciones de vida del hombre y la mujer del campo: contribuir a mejorar sus actividades productivas, ingreso, su salud, nutrición, educación, sus capacidades para la participación, la organización, y para una mejor relación de vida en la comunidad. En fin, facilitar procesos de desarrollo en los espacios rurales.
Es por ello que vemos como fundamental el alimentar la necesaria discusión sobre desarrollo rural y enriquecerla sobre la base de nuestra historia, nuestras experiencias, los nuevos paradigmas mundiales, nuevos conceptos, así como sobre la vivencia de los procesos políticos que de manera muy intensa conmueven a nuestros países.
El presente trabajo pretende abordar la discusión sobre desarrollo rural, desde 4 perspectivas que en nuestra opinión permiten comprender su importante significado: La evolución histórica del concepto; el concepto de desarrollo/desarrollo humano; la sostenibilidad y el desarrollo sostenible; y la ruralidad. Igualmente propone un modelo de desarrollo rural que intenta servir de herramienta para el desarrollo de políticas y el accionar en esta importante materia.
En América Latina y en Venezuela en particular, la concepción del desarrollo rural ha variado en el tiempo y según el uso de diferentes modelos, generalmente importados, adoptados por los gobiernos.
En nuestro pasado reciente la atención a la ruralidad ha estado marcada por diferentes visiones: En los años 50, en tiempos de dictadura, el interés era la modernización y la expansión de la frontera agrícola de aquel campo atrasado, disperso en lo espacial, inestable en lo político, así como poco productivo. Para ello se adelantó un amplio plan de construcción de infraestructura, especialmente vialidad y sistemas de riego; se crearon estaciones experimentales de investigación; aparecieron las primeras escuelas agrícolas a nivel técnico y profesional; se promovieron asentamientos humanos agrícolas, muchos de ellos conformados por inmigrantes y técnicos Venezolanos; se incorporan nuevos cultivos.
En los años sesenta con el advenimiento de la democracia y por políticas populistas, ligadas a la “ayuda para el progreso” el desarrollo rural estuvo marcado por los procesos de reforma agraria. Hubo un énfasis en la distribución de la tierra por la vía de adjudicación de tierras del Estado y una pretendida incorporación de los pobladores del campo a la naciente sociedad de consumo que auspiciaban los intereses de centros de poder de la época. Eran tiempos de guerras ideológica interna donde los gobiernos requerían estabilidad política y promovían la incorporación de la población rural al incipiente desarrollo capitalista en marcha.
A finales de los años 70 palideció el auge inicial de la reforma agraria. Los gobiernos de turno fortalecieron los procesos de sustitución de importaciones con sus políticas de protección industrial, urbanización y alguna ayuda, especialmente a los sectores comerciales agrícolas que debían suplir las demandas de alimentos a las ciudades, marcando así el pensamiento sobre el proceso de desarrollo de la época.
En estoas tiempos se estimuló el modelo de desarrollo agrícola basado en el boom mundial de la revolución verde. Se trataba de implantar el paradigma de la modernización agrícola y para ello se adoptó una aproximación productivista al desarrollo rural. Se abogó con fuerza por soluciones tecnológicas a los problemas de los agricultores. El problema era aumentar la producción y productividad, aumentar los ingresos y con ello generar “bienestar”.
La revolución verde se constituyó en la gran panacea por cuanto propugnaba la aplicación de paquetes tecnológicos completos de uso universal que al ser seguidos al pie de la letra «garantizaban el éxito de cualquier agricultor». En Venezuela la aplicación de estos paquetes se produjo en tiempos de bonanza petrolera lo cual permitió dirigir recursos financieros, aplicar subsidios, mantener la tasa de cambio, y hasta cerrar las fronteras a las importaciones agrícolas. Se habló de un milagro agrícola, el cual seria factible en esas circunstancias, si los productores eran capaces de absorber y aplicar en poco tiempo los nuevos conocimientos. El cortoplacismo y las concepciones desarrollistas imperantes, junto a la poca claridad en la definición de políticas, moldearon una historia signada por el proteccionismo y la transferencia vertical que hizo a los agricultores cada vez más dependientes y vulnerables para participar y competir en un mundo que se movía a una velocidad inusitada.
En esa época, se eliminó la dirección de Extensión del Ministerio de Agricultura y Cría y en su lugar apareció la de Desarrollo Agrícola con programas de producción por rubros, que a la postre daría lugar a la Dirección de Producción, unidad administrativa ésta, más “idónea” en la aplicación de esos modelos. Lo fundamental era el cultivo, NO el hombre.
La otra gran visión del desarrollo agrícola/rural con la que hemos convivido es la que equipara el desarrollo rural con la construcción de infraestructura y provisión de servicios. Al inicio de este milenio y por constituirse el desarrollo rural en materia de prioridad constitucional para Venezuela, se retoma la discusión sobre el tema. Sin embargo prevalece en las altas autoridades la concepción “infraestructura” del desarrollo rural. Se crea la dirección General de Desarrollo Rural que sustituye a la Dirección General de Infraestructura del Ministerio de Agricultura, pero manteniendo las mismas funciones de esta. Luego al aprobarse la ley de tierras se crea, sustituyendo a la Dirección General de Desarrollo Rural, el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y a este se le adscribe la Fundación para la Capacitación e Innovación para el Desarrollo Rural (CIARA). O sea el conocimiento, la capacitación y la innovación pasan a ser un apéndice menguado de lo que se considera principal: la infraestructura.
Como podemos ver, lo central en los modelos de desarrollo rural que hemos manejado son: la tierra; los rubros agrícolas; la tecnología; la infraestructura. Según esos modelos las familias y las comunidades rurales se benefician “a consecuencia de” las acciones y políticas que de ellos se derivan. No son modelos centrados en el ser humano.
No obstante, en Venezuela, se le ha venido dando importancia a aspectos institucionales, que auque no se han traducido en políticas claras y acciones coherentes, pueden servir, si hay voluntad y compromiso, de plataforma futura: Se le da rango constitucional a la agricultura y al desarrollo rural; se promulgó la polémica ley de Tierras y Desarrollo Rural; se crean, desmantelan y reorganizan instituciones; el proceso de descentralización político administrativa, aunque con muchos altibajos, sigue su lenta marcha; se decretaron zonas especiales de desarrollo y algo muy importante hay un discurso gubernamental hacia la participación, la organización y el humanismo en el desarrollo.