Víctor Alvarez R. *, Davgla Rodríguez A.**
RESUMEN
La economía basada en el conocimiento es una expresión acuñada para destacar las tendencias más recientes en la economía mundial, las cuales revelan un uso creciente de la información y el conocimiento en la producción de bienes y servicios. En efecto, hoy en día los productos y procesos productivos se han vuelto intensivos en información y conocimientos. Las nuevas tecnologías de la información han posibilitado estos cambios incrementando, no sólo la flexibilidad de los procesos productivos, de distribución y gestión, sino también dando paso a la configuración de cadenas productivas y de mercado internacionales. En este sentido, contar con una adecuada infraestructura de telecomunicaciones es condición básica para poder aprovechar la ventajas que las tecnologías de la información ofrecen. En este trabajo se hace una revisión de los diagnósticos realizados sobre la infraestructura nacional de información y del mercado de la información en Venezuela. |
ABSTRACT
The economy based on knowledge is a expression coined to emphasize the most recent tendencies of the world economy which disclose a growing use of information and knowledge in producing goods and services. Now a days, productive processes have become intensive in information and knowledge. The new information technologies (TI) have made these changes possible, increasing not only the flexibility of the productive processes, their distribution and management, but also, taking steps towards the configuration of productive chains of international markets. In this regard, counting on an adequate telecommunication infrastructure is a basic condition to be able to take advantage of the opportunities TI offered. In this work, a diagnosis of the national information infrastructure is made as well as of the information market in Venezuela. |
La economía basada en el conocimiento es una expresión acuñada para destacar las tendencias más recientes en la economía mundial. Estas revelan un creciente uso de la información y el conocimiento en la producción de bienes y servicios, en la formulación de estrategias empresariales y en el diseño y ejecución de las políticas económicas, industriales y tecnológicas. En esta época, el conocimiento que se incorpora en la producción de bienes y servicios es lo que explica la diferencia en el desempeño que obtienen las empresas y naciones.
Hasta hace poco, la actividad económica en el mundo se caracterizó por la gran producción en serie, la importancia decisiva de las economías de escala y la consiguiente rigidez organizativa que tal modelo originaba. Este modelo de la producción en masa fue muy exitoso mientras el petróleo barato facilitó el predominio de insumos y procesos productivos intensivos en energía. Ante los violentos incrementos de los precios del petróleo, los principales paises consumidores reaccionaron iniciando una sostenida inversión en capital humano y desarrollo de capacidades científicas y tecnológicas a fin de ahorrar materias primas y energía. La crisis del petróleo de 1974, 1979 y 1991 fueron fenómenos que presionaron la reestructuración organizativa y funcional de la sociedad industrial. El impacto de estas crisis fue crucial para poner en evidencia el agotamiento de ese esquema organizativo basado en un uso intensivo de la energía y los recursos naturales . En definitiva, se tradujeron en un fuerte estímulo para acelerar el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información. Estas han sido decisivas para desencadenar los fenómenos que en su conjunto están revolucionando la Sociedad Industrial y le abren paso a la Sociedad del Conocimiento, lo cual se aprecia a través de las siguientes tendencias:
Estas tendencias son aceleradas por la rauda difusión de Internet. Esta ha permitido imponer la práctica de la comercialización global, fenómeno que se intensifica a medida que los países se conectan a esta red de redes a través de las necesarias inversiones en la plataforma de telecomunicaciones. Todo ello ha creado la infraestructura matotial para el funcionamiento de una economía global, del mismo modo que en su momento la construcción de la red de ferrocarriles sentó las bases para la conformación de los mercados nacionales en el siglo pasado. De hecho, los procesos de apertura económica, integración comercial y globalización no hubiesen podido darse de la misma forma sin los incesantes avances que se dan en el campo de las tecnologías de la información. Allí están los progresos en las autopistas de la información que han conectado a todo el globo y lo han convertido en un sólo mercado. De lo contrario, de poco habrían servido las reformas arancelarias, el desmantelamiento de las prohibiciones de importación y la derogación de las restricciones cuantitativas al comercio mundial.
Hoy en día, los productos y procesos productivos se han vuelto intensivos en información y conocimientos. Su producción, circulación y uso en el aparato productivo, el desarrollo de eficaces formas de uso y conservación de la energía, así como la creación de fuentes alternas para su generación, ha debilitado la importancia relativa del petróleo y sus derivados como fundamentos de la gran producción estandarizada. Surge, entonces, un nuevo modelo económico caracterizado por un creciente uso de la información y el conocimiento en la producción de bienes y servicios. Esto ha permitido la transformación más eficiente de las materias primas naturales y la energía destinadas a la producción industrial.
La experiencia internacional demuestra, con abrumadora claridad, que el desarrollo económico y social de los países más prósperos lo explica hoy la creación de ventajas competitivas sustentadas en el uso inteligente del conocimiento. Entender que Japón no es un caso excepcional, sino la manifestación de una vía de desarrollo que se difunde cada vez más, supone armarse de un enfoque diferente de los factores que explican la supervivencia y bienestar de un país. Si aceptamos que la calidad de vida y el bienestar social dependen, en buena parte, de una creciente producción de bienes y servicios que satisfagan las necesidades materiales y espirituales de la población, entonces se hace necesario reconocer que para producir en abundancia, con calidad y a bajo precio, es imprescindible la formación de recursos humanos con capacidad para generar, difundir, transferir y utilizar conocimientos científicos y tecnológicos. Este se revela como uno de los factores determinantes de la estrategia de desarrollo económico y social que hay que poner en marcha y cuyo éxito tiene mucho que ver con el apoyo que en el país se le dé al factor de producción más importante de esta época: el conocimiento.
Una rápida mirada al mundo nos revela que los sectores económicos que más crecen, los que más empleo generan y los que más venden en el comercio internacional son precisamente aquellos en los que la materia prima determinante es la información y el conocimiento incorporado en diversas formas a la producción de bienes y servicios. La microelectrónica, la biotecnología, los nuevos materiales, los robots, la aviación civil, las telecomunicaciones, el hardware y el software son las industrias que más están creciendo y podrán instalarse en cualquier país del mundo, siempre y cuando estos se decidan a hacer las inversiones necesarias en la formación y capacitación de su gente 1.
Lo mismo puede decirse de los nuevos materiales (cerámica, aleaciones, fibra óptica), de los superconductores, de la tecnología láser e, incluso, de las fuentes de energía renovables. Por si fuera poco, en un proceso signado por el aumento de la capacidad para almacenar y procesar información, la ingeniería genética extendió esta revolución tecnológica al reino animal y vegetal, inaugurando el desarrollo de la biotecnología. Esta última constituye un campo muy concreto de las tecnologías de la información y tiene una base científica que se fundamenta en la capacidad para descifrar y reprogramar la información contenida en los organismos vivos.
El auge de las industrias del conocimiento permite hablar de la desmaterialización del proceso productivo. En esas industrias la principal materia prima es la materia gris y las ventajas competitivas son, en buena medida, las que se crean a partir del capital intelectual disponible.
De la disponibilidad de recursos humanos calificados y de capacidades científicas y tecnológicas adecuadas depende, en gran medida, la captación y localización de las actividades económicas que provienen de los flujos de inversión internacionales. Si no se crean estas ventajas será prácticamente imposible atraer mayores corrientes de capitales internacionales y no se podría generar una oferta de más y mejores empleos para sustentar la mejora de calidad de vida de nuestra población.
No olvidemos que hoy los países y empresas tienden a localizar cada unidad productiva, distributiva o de gestión en el lugar que posea para ellos más ventajas para el desarrollo de su interés económico. Sobre esta base se eslabona una cadena de interdependencias internacionales, facilitada por la eficacia que permiten las telecomunicaciones y las tecnologías de información.
La productividad, es decir, el rendimiento que se obtenga por hora de trabajo o unidad de materia prima, energía o capital, es lo que finalmente determina la capacidad de un país para producir los bienes y servicios en la cantidad y con la calidad necesarias para satisfacer las crecientes necesidades de la sociedad y asegurar un nivel de vida que no tenga nada que envidiar.
Pero hay diferencias en la productividad. Hay países que con suelos semejantes, con semillas de la misma calidad, con el mismo tipo de fertilizantes, la misma cantidad de tractores y jornaleros, finalmente obtienen resultados diferentes por hectárea cultivada. Lo mismo ocurre en la industria, donde en condiciones semejantes de dotación de factores se obtienen resultados diferentes. En unos casos mayor, en otros casos mejor.
En condiciones semejantes de dotación de factores de producción (tierra, capital, trabajo) la diferencia en las productividades que se observan entre una y otra economía la explica la capacidad que ellas tienen para producir, circular y utilizar nuevos conocimientos. Y, por supuesto, esta capacidad depende mucho de la calidad de sus recursos humanos. En este sentido, una empresa rentable no es la que aumenta sus ganancias a expensas de reducir los sueldos y salarios de sus trabajadores. Una empresa próspera es la que posee la productividad necesaria para pagar sueldos y salarios elevados y, sobre esta base, atraer a los trabajadores más calificados y especializados.
Ahora bien, la obtención de nuevos conocimientos depende del volumen de inversión que se haga en capital humano y en la generación, transferencia, difusión y uso de información y conocimientos. Financiar un proyecto de IyD, adquirir una patente, negociar un contrato de asistencia técnica, son actividades que permiten generar conocimientos propios o adquirir y utilizar conocimientos que otros han desarrollado.
No obstante, en muchas empresas la inversión en IyD constituye un porcentaje de las ventas. Así, cuando las ventas caen, la IyD de esa empresa también cae. En consecuencia, no adquieren los conocimientos necesarios para desarrollar las nuevas tecnologías de productos y procesos que les permitan recuperar su nivel de ventas. A diferencia, otras empresas muestran valores absolutos y relativos de inversión en IyD en crecimiento, aún cuando las ventas bajen. De esta forma, nunca dejan de generar los conocimientos para desarrollar los nuevos productos y procesos que les permitan superar las fases de estancamiento y caída de las ventas.
Al no debilitar su capacidad para innovar, están en condiciones de fabricar la última generación de productos y preparar las condiciones para fabricar la siguiente generación de nuevos productos a través de nuevos y mejorados procesos. De esta forma, los líderes en conocimientos y tecnologías se entronizan como líderes económicos, mientras que los que descuidan su capacidad para generar y utilizar conocimientos y tecnologías se rezagan y se convierten en perdedores.
Por su impacto en el mejor aprovechamiento de las materias primas, la fuerza de trabajo, la energía, las maquinarias y equipos, el espacio físico y los recursos financieros, el conocimiento ha pasado a ser el factor clave del desarrollo económico y social. Surge así un nuevo modelo de desarrollo que se caracteriza por un uso creciente de la información y el conocimiento tanto en la producción de bienes y servicios como en los procesos de toma de decisiones institucionales y ciudadanas. En efecto, asumiendo la producción como el proceso a través del cual se transforman un conjunto de materias primas e insumos en un nuevo producto cualitativamente distinto (del trigo de obtiene el pan, del acero los motores y del petróleo la gasolina), la fuente de productividad hasta ahora ha estado en relación directa a la dotación de factores y al uso eficiente que se haga de cada uno de ellos. Pero en la Sociedad del Conocimiento, la fuente de productividad está directamente asociada a la calidad de la información y el conocimiento que intervienen en el proceso productivo. De estos dependerá en gran medida el mejor uso que se haga de las materias primas, las maquinarias y equipos y fuerza de trabajo.
(*) Consultor gerencial, valvarez@conicit.gov.ve
(**) Conicit-Venezuela, dacedo@conicit.gov.ve
1 Para una interesante referencia a las potencialidades y tendencias del desarrollo de las industrias del conocimiento veáse: Lester Thurow. El futuro del capitalismo