Espacios. Vol. 15 (2) 1994

Ciencia, tecnología y desarrollo: interrogantes y alternativas para América Latina y el Caribe

Science, Technology and Development: Questions and Alternatives for Latin American and The Caribbean.

Ismael Clark Arxer *


RESUMEN

En este artículo se intenta esclarecer los principales componentes que caracterizan el presente y deberían perfilar el futuro de la ciencia y la tecnología en América Latina y el Caribe, así como los elementos contextuales que justifican tal visión.

ABSTRACT

This article intents to clarify the main components that characterize the present and should profile the future of the science and technology en Latin American and the Caribbean just as the contextual elements that justify such vision.

Contenido


Antecedentes y rasgos principales de la realidad actual.

La actual influencia de la ciencia y sus resultados sobre el conjunto de la sociedad, su acelerada interacción recíproca con la tecnología y el cambiante carácter de las demandas de la sociedad sobre una y otra, imponen a los científicos reflexionar sobre sus interconexiones con el medio socioeconómico circundante. La imposibilidad de sustraerse de tal reflexión viene dictada, en la hora actual de Latinoamérica y el Caribe, tanto por consideraciones éticas como por circunstancias apremiantes de orden económico y geopolítico. En ese contexto de interrelaciones, ocupa un lugar importante el de la cooperación entre los científicos y sus objetivos.

La responsabilidad es tanto mayor en la medida en que el propio conocimiento ha puesto de manifiesto que, a las puertas del siglo XXI, la humanidad afronta la inexcusable necesidad de rectificar estilos y formas de desarrollo económico que, de continuar su desenfrenado ritmo y seguir agravando las terribles contradicciones entre la opulencia y la precariedad de la subsistencia, amenazan agotar para siempre recursos inapreciables del patrimonio planetario, y lo que es peor, comprometer la existencia misma de las futuras generaciones.

No obstante lo anterior, en nuestra familia de países se requiere afrontar decididamente el problema del desarrollo en sí mismo, en tanto la necesidad interna de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, piedra de toque en el contexto de las relaciones económicas y políticas de nuestra región con el resto del mundo y en especial con los grandes centros de poder económico mundial.

Por otro lado, hay que encarar la objetiva responsabilidad de los científicos y de quienes no lo son, ante lo que muchos comienzan a denominar un nuevo orden científico y tecnológico mundial. Es compartida por todos, querámoslo o no, la responsabilidad frente al uso del potencial que el conocimiento científico (o la insuficiencia del mismo) confiere a los poderes actuantes en nuestras sociedades.

Sin duda, la actual coyuntura que atraviesa la historia de la humanidad reviste condiciones muy especiales, de las que intentaré subrayar algunas que creo especialmente atinentes al contexto que examinamos. En primer lugar, enfrentamos un mundo en el que desaparecen viejas realidades y los cambios que están teniendo lugar no son ya, principalmente, de orden físico o material.

Más bien la cuestión clave estriba en que, por primera vez en la historia de la especie humana, se trata de afrontar, como asunto de la mayor urgencia, el manejo de demandas crecientes que están objetivamente fuera de proporción, tanto cualitativa como cuantitativamente, respecto a la magnitud de los recursos disponibles. Por el contrario, estor últimos tienden a decretar, tanto en términos relativos como absolutos.

De ahí, objetivamente, se requiera plantear una severa restricción al consumo directo e indiscriminado de recursos primarios y, por el contrario, se deba enfatizar en el manejo y administración racional de los mismos, de modo de lograr la mejor satisfacción posible de las necesidades humanas, entendidas de manera abarcadora. Tal objetivo resulta imposible, a todas luces, si no es sobre la base del aporte científico y tecnológico.

Un segundo aspecto crucial es que los problemas que hoy demandan solución rebasan a menudo el marco estrictamente local y se presentan a escala interregional y, en muchos casos, a nivel global. La extensión de la epidemia del SIDA y sus consecuencias, la contaminación del aire y las aguas, los orígenes e impactos de los cambios climáticos globales son entre otros, ejemplos relevantes de problemas de primera magnitud, capaces de afectar decisivamente a comunidades humanas, sin que los orígenes de tales problemas guarden siquiera un relación geográfica inmediata con los afectados.

En un tercer sentido, el mundo viene convirtiéndose en una suerte de aldea, en la que la prosperidad de unos pocos tiene profundas implicaciones para todos los demás. La presencia de pequeños enclaves de riqueza y opulencia material, gravitando sobre un trasfondo generalizado de pobreza en alarmante expansión, no es admisible desde el punto de vista moral e incluso, de dudosa viabilidad material, a largo plazo.

Una cuarta dimensión de este análisis general reside en el hecho incuestionable, avalado por la propia historia reciente de la humanidad, de que las naciones y estados son simplemente incapaces de afrontar de manera individual la abrumadora combinación de problemas que hemos esbozado, con la particularidad de que, ni aun los estados más poderosos, pueden siquiera pretender la solución unilateral del conjunto de problemas que les afectan.

En consecuencia con todo lo anterior, existen fundamentos razonables para atribuir un papel primordial al enfoque regional de las cuestiones científicas y tecnológicas. Tales fundamentos se relacionan con diversos factores, como son:

Por todo ello, al intentar vislumbrar los desafíos a que se enfrentan la América Latina y el Caribe a las puertas del nuevo siglo y las alternativas que para vencerlos abren la ciencia y la tecnología, parece conveniente establecer con claridad que tales desafíos se centran en dos objetivos impostergables: lograr el desarrollo económico y mejorar las condiciones y calidad de vida de sus habitantes. Al mismo tiempo, y para que éstos puedan resultar viables, su enfrentamiento deberá enfocarse en el doble plano de los esfuerzos nacionales y de las oportunidades y amenazas que afronta la región como un todo en el contexto global.

Si se aceptan tale premisas, es preciso establecer algunos puntos de referencia que posibiliten enmarcar la situación de la región en el contexto del cambiante panorama geopolítico y económico mundial; pero también los elementos históricos, culturales y socioeconómicos que condicionan el desarrollo general de nuestros países y en particular determinan el impacto de la revolución científico-técnica en marcha.

El desarrollo de os países actualmente industrializados tuvo su génesis en la acumulación de capital que resultó, en buena parte, de la apropiación por Europa de los territorios del continente americano. Sin los metales preciosos extraídos de América, no hubiera sido posible financiar el desarrollo industrial que ocurriría en los siglos inmediatamente posteriores.

Como consecuencia, en Europa se gestó un polo de desarrollo manufacturero-industrial mientras en América se produjo la polarización del signo contrario, quedando para los países de esta región del mundo, que pronto se constituirían en repúblicas nominalmente libres y económicamente dependientes, la producción de materias primas en economías predominantemente extractivas y de plantación. Este conocido fenómeno está en la raíz de la situación de los que en un tiempo fueron denominados países desarrollados y hoy –sin que la esencia haya cambiado en un ápice- reciben la eufemística calificación de países en vías de desarrollo.

Lo cierto es que, en el terreno científico-tecnológico, en el norte tuvo lugar una evolución ascendente, con hitos en los que es fácil descubrir un evidente paralelismo con la línea de progreso histórico y expansión territorial que se produce en el ámbito socioeconómico. El surgimiento de las tecnologías de base científica coincide con la aparición de las sociedades industrializadas modernas. La era de las tecnologías de avanzada o altas tecnologías se corresponde con la aparición, en la escena mundial, de lo que se ha dado en llamar la sociedad postindustrial.

Prácticamente desde la irrupción en su etapa moderna de desarrollo, a principios del actual siglo, el papel del componente científico-tecnológico en esas sociedades ha ido creciendo en importancia. De factor dinamizador del crecimiento y agente reanimador de la economía –revelado por Shumpeter- eficazmente empleado para remediar las crisis d recesión, la innovación tecnológica ha llegado a caracterizarse como el motor principal de la evolución ascendente de las sociedades modernas.

En tanto en el Norte transcurría el proceso descrito, nuestra América se convirtió gradualmente, a partir de la destrucción de la dinámica interna de las sociedades autóctonas como resultado de la conquista, en un crisol de razas y culturas que fue configurando un nivel de desarrollo económico y una identidad que en el siglo XIX impulsaron a la independencia y al surgimiento de nuestros estados-naciones.

Aquella fue la primera gran oportunidad histórica latinoamericana. Existían las ventajas de una inconmensurable dotación de recursos naturales y una comunidad lingüística, cultural e histórica, quizás el más importante legado que dejó Europa. A pesar de que los más esclarecidos líderes de aquel momento comprendieron la trascendencia de la unidad, intereses externos y egoísmos internos se unieron para hacer fracasar aquel momento.

En esencia, la independencia sin unidad significó para América Latina poco más que un cambio de dueños. Su rol como proveedora de materias primas baratas se consolidó a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Ya en la segunda mitad de este siglo, la región transitó gradualmente de esa condición a la de suministradora de fuerza de trabajo barata. En la hora actual, sin embargo, no hay ya mano de obra suficientemente barata en América Latina para compensar los efectos de la robotización, la biotecnología, la ingeniería genética, la microelectrónica y las telecomunicaciones; parecería que nos fuéramos quedando sin un papel en la economía mundial.

En realidad, América Latina y el Caribe se enfrentan a un mundo que, durante cuatro siglos, ha funcionado conforme a un patrón de relaciones de naturaleza concentradora y excluyente. El mismo ha conducido a la humanidad a la actual situación, en la que las 7 economías más industrializadas del planeta representan el 85% del Producto Total Mundial y, de ellas, Estados Unidos, Alemania y Japón concentran el 50% de ese producto.

Algunas fuentes internacionales permiten caracterizar, (a través de indicadores significativos), la expresión de tales desproporciones en los sistemas regionales de ciencia y tecnología. Mientras en América Latina gastamos en estas actividades diez dólares por habitante, los países asiáticos gastan dieciséis, los países mediterráneos treinta y dos y los que integran el Grupo de los 7: trescientos cuarenta y tres. Por cada cien mil habitantes de la población económicamente activa, son ingenieros y científicos noventa personas en América Latina, ciento veintisiete en el Mediterráneo, ciento cuarenta y cuatro en Asia y quinientos noventa y cinco en el Grupo de los 7 más desarrollados.

En tanto los países de mayor desarrollo dedican alrededor del 3% de su Producto Interno Bruto al desarrollo científico-técnico, en nuestra región los que más dedican a esta actividad rondan el 1%. No es posible olvidar que –en términos relativos-, aún los países más avanzados de América Latina y el Caribe luchan en realidad por emerger del subdesarrollo.

La magnitud de las cifras esgrimidas subraya el peligro cierto de que los problemas acumulados secularmente y el injusto orden económico internacional prevaleciente puedan convertir esta brecha en un abismo insalvable, tanto en el plano económico como científico.

Es por tanto obligado afrontar las posibles respuestas a preguntas decisivas:

¿Es posible salvar esa brecha?.

¿Tiene sentido intentarlo siguiendo caminos preestablecidos?.

* Vicepresidente de la Academia de Ciencias de Cuba

[Volver al inicio]

Vol. 15 (2) 1994
[Indice] [Editorial]