Simón Parisca
Creemos, en primera instancia, que el país se enfrenta en la actualidad a una necesidad perentoria de desarrollo de sus capacidades de aprendizaje; capacidades de comprensión detallada de las exigencias de un proceso de transformación para el cual no existen recetas ni fórmulas mágicas; un proceso que debe ser diseñado caso por caso, para el cual debemos comenzar por conocer y entender nuestra realidad actual, y desarrollar una visión sólida del futuro deseado, de hacia dónde queremos llegar y en qué tiempo. Sólo a partir de una análisis de esa naturaleza podremos formular lineamientos generales de política que apunten a solventar las deficiencias conocidas y a promover gradualmente destrezas individuales y colectivas, públicas y privadas, que nos permitan enfrentar con éxito los mercados globales.
Lo más importante en este momento es comprender que le nuevo modelo económico debe conducir a desarrollar un nuevo sentido común en los dirigentes de todas las instituciones vinculadas al proceso innovador; una nueva manera de entender y asumir los roles de cada organización dentro del sistema económico y social del país. Debemos olvidar los viejos paradigmas y los viejos modelos mentales de inserción en el sistema. O, como apunta Peter Senge en su texto LA QUINTA DISCIPLINA citando al ex director de Planificación de la Royal Dutch/Shell Arie de Geus:
... la adaptación continua y el crecimiento en un ámbito cambiante dependen del aprendizaje institucional, que es el proceso mediante el cual los equipos de gerencia modifican modelos mentales compartidos acerca de la empresa, sus mercados y sus competidores...
Dentro del conjunto de cambios de los modelos mentales que formulan prácticamente todos los expertos en nuevas teorías gerenciales, se evidencia una propuesta constante: el énfasis en el rol del conocimiento en el desarrollo de capacidades competitivas.
Todas estas propuestas se refieren al conocimiento en un sentido más amplio; no se trata solamente del conocimiento adquirido a través de la educación formal, no es solamente agregar al anterior el conocimiento derivado de la actividad investigativa, se trata, adicionalmente, de incorporar a esas dos instancias todo aquel conocimiento derivado del ejercicio de una función permanente de búsqueda, de comprensión profunda y detallada del negocio en el cual se desempeña la organización en todos sus aspectos relevantes, mercados, técnicas y tecnologías, procesos administrativos y gerenciales, optimización de la contribución del capital humano, fuentes de información, proveedores y competidores, etc. En este sentido, y para poner en una perspectiva más clara la trascendencia de los procesos de aprendizaje, es interesante recoger otras palabras de Arie de Geus, quien señala que:
... posiblemente la única ventaja competitiva sostenible sea la capacidad de aprender más rápido que los competidores...
Estas breves palabras ponen de manifiesto, en toda su dimensión, la importancia que las corporaciones exitosas del mundo conceden hoy en día a los mecanismos de adquisición de conocimientos como herramientas promotoras de la competitividad en los mercados globales.
Es importante señalar, no obstante, que al entender las funciones de adquisición de conocimientos y aprendizaje como factores fundamentales de dominio de un negocio o área de actividad particular, podemos trasladar estas propuestas, que han sido elaboradas con una clara orientación hacia empresas industriales, hacia otro tipo de organizaciones tanto públicas como privadas. Creemos que las propuestas son perfectamente aplicables a trasladables a los centros de investigación y desarrollo en la medida en que se logra entender el significado y trascendencia de la función de generación de conocimientos tecnológicos como una función de producción, la actividad de investigación y desarrollo como negocio. Y, adicionalmente entender que le vector de aprendizaje y adquisición de conocimientos tiene un componente comercial, de aproximación efectiva a los mercados, que deberá ser desarrollado en las instituciones de investigación y desarrollo, si éstas esperan tener un éxito real en su negocio.
De la anterior argumentación estimamos emergen nítidamente varios elementos importantes relativos a lo que hemos denominado el mercado de servicios tecnológicos; su situación actual en el país; los aspectos determinantes del éxito evidenciado en naciones más avanzadas en materia de modernización industrial y el rol que debe jugar el Estado en general, los organismos promotores de la política de Ciencia y Tecnología en particular, y los propios centros de I&D para lograr estimular efectivamente el mercado de la innovación en Venezuela.
Resumiendo los argumentos desarrollados en las páginas anteriores, señalaremos un conjunto de reflexiones básicas acerca del proceso de transformaciones del aparato industrial de un país que pueden servir de insumos fundamentales para la formulación de una política nacional de apoyo a la consolidación del Sistema Nacional de Innovación en Venezuela.
La creación y desarrollo de capacidades de innovación y de adquisición y/o generación de nuevo conocimiento técnico y tecnológico, constituye, al nivel micro de la empresa industrial, condición indispensable para que una organización sea capaz de permanecer con éxito en los mercados internacionales actuales. La dirigencia industrial venezolana, no obstante, no ha dado muestras de reconocer objetivamente esa condición. El proceso de transición a una economía de mercado iniciado en 1989 en Venezuela, si bien ha abierto el país a la competencia internacional, no ha logrado despertar en la dirigencia industrial un proceso efectivo de modernización de los modelos gerenciales imperantes en Venezuela que reconozcan, en la acción y no solamente en la palabra, el rol que la investigación y la innovación jugarán en la conformación de sus propias posibilidades de supervivencia.
Sin lugar a dudas que ante una afirmación tan generalizadora como la anterior, deberán surgir voces de protesta señalando instancias puntuales que demuestren una supuesta invalidez de esa afirmación. No obstante, estimamos que esos casos, que si los hay en Venezuela, donde la investigación juega un papel importante dentro de las estrategias de desarrollo de organizaciones industriales, no solamente son contados en el país, sino que, adicionalmente, esas políticas corporativas de atención a la innovación son anteriores a 1989, por lo que resulta difícil asociar esa conducta con el proceso de apertura económica venezolana y las políticas de promoción de la competitividad adelantadas por el Gobierno Nacional.
La experiencia internacional de países más adelantados que Venezuela en procesos de transformación y modernización económica, como Corea y México, demuestra no solamente que la incorporación del sector privado a la inversión en I&D es determinante en las posibilidades de éxito de esos procesos, sino que esa incorporación no se produce a menos que el Estado actúe decididamente en su inducción.
En Venezuela, al igual que era el caso en Corea durante la década de los 70 (cuando se inicia se manera vertiginosa el proceso de transformación en ese país), no existe en la actualidad una capacidad corporativa de investigación y desarrollo que sustente las exigencias de cambio técnico permanente que demandarán los mercados globales a la industria nacional; y lo que es más grave aún, las condiciones actuales del país no permiten ser optimistas en cuanto a la posibilidad de que se produzca una masiva inversión en infraestructura de I&D privada en los próximos años.
Las anteriores características y realidades parecen apuntar hacia dos aspectos fundamentales que deberán caracterizar la política nacional de promoción de la innovación:
Si bien, tal como se señaló antes, el sector privado venezolano no muestra signos de estar muy inclinado a realizar inversiones en el rubro de la investigación, creemos que en algunos casos específicos pudiese ser posible considerar esta alternativa incluso como única opción abierta para supervivencia de algún centro en particular.