C. E. Machado-Allison, Elizabeth Chavez y Paul Esqueda*
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El "Manual de Adquisición de Tecnología por los países en Desarrollo" de la UNCTAD, (1), destina dos páginas al proceso interno científico y tecnológico, tres a las políticas nacionales, ocho al marco legal y 39 a las negociaciones y a la inversión extranjera. Tal balance ilustra la situación de los países del Tercer Mundo que, al contribuir apenas con el 2% de los productos generados por la actividad científica y tecnológica, son importadores obligados de paquetes tecnológicos, planta llave en mano, proyectos con distinto nivel de desagregación, licencias y patentes.
Pero este componente interno, y la búsqueda de formas para entenderlo y desarrollarlo, requiere ser observado con atención. Con frecuencia las actividades inscritas en el mismo título de nuestros centros, es decir "investigación y desarrollo tecnológico", son transmitidas tanto a la industria como al gran público, como las únicas vías de interacción con el sector productivo privado. Sin embargo, en la práctica, otras actividades, como son las asesorías y los servicios técnicos (2), pueden constituir un importante eslabon entre la oferta y la demanda.
Catala y Fernández de Lucio (3), en España han intentado una clasificación de los instrumentos y mecanismos de transferencia tecnológica. Los mismos, en número de 17, cubren el amplio espectro que va desde la cesión de patentes hasta la sensibilización y motivación tecnológica en el seno del sector productivo. Se combinan en esta clasificación acciones tangibles y medibles, con otras que se vinculan a problemas históricos, políticos y sociales. En nuestros países resulta con frecuencia difícil ofrecer ejemplos o casos de estudio que ilustren con precisión nuestro empleo de estos instrumentos o mecanismos. En los países desarrollados, tanto en aquellos de economía de mercado como en los socialistas, estos instrumentos se encuentran o bien institucionalizados, o integrados con cierto grado de autonomía en las rutas naturales que sigue la generación, comercialización y utilización de la tecnología.
En 1986, uno de los analistas más agudos con que cuenta nuestro país en relación a los aspectos teóricos y operativos de la tecnologìa (Avalos, 4), señalaba la existencia de tres cuestiones básicas en este contexto: (a) Cómo hacer para que las empresas construyan una memoria tecnológica que les permita se-leccionar, adquirir y utilizar acertadamente las tecnologías requeridas? b) Qué hacer para que las empresas encuentren apoyo en el aparato científico formal y en las firmas de consultoría e ingeniería? y c) Cómo diseñar políticas de estado que premien a la empresa tecnológicamente capaz y que simultaneamente estimulen la actividad tecnológica?
Quizas las tres preguntas básicas de Avalos (reescritas aquí con cierta liberalidad) deberían formularse en orden inverso. En efecto, la raiz del problema parece radicar más en la demanda que en la oferta y si las condiciones globales en las cuales se ha desarrollado nuestra economía no han logrado generar una demanda tecnológica interna, es porque muy probablemente las empresas no encontraron en ello ninguna ventaja. En un mercado protegido arancelariamente, con costos locales elevados y sin mayores aspiraciones en relación a la exportación, resultan onerosas las inversiones en desarrollo tecnológico o las mismas constituyen un riesgo que no parecia conveniente enfrentar. Más rentable era asociarse a un grupo transnacional y alquilar las marcas y el "Know-How" al amparo de una divisa fuerte coma era el bolívar antes de 1983.
Hoy el gobierno nacional ha decidido cambiar las reglas de juego. Las causas han y siguen siendo cotidianamente debatidas y aquí no pretendemos exponerlas. Basta decir que los nuevos aranceles colocan a nuestra industria en un nuevo contexto donde la competitivad será, para muchas, un requisito para persistir. Este nuevo escenario demanda cambios en el comportamiento industrial y la colección de esos cambios ha recibido el nombre de "reconversión industrial". Al respecto Carlota Perez (5), señalaba recientemente: "En este nuevo contexto, se abre un amplio campo de acción inmediata y a mediano plazo para la capacidad de investigación y servicios de ingeniería desarrollada en el país en las últimas décadas. A medida que se desenvuelva el proceso de reconversión, se irán expresando cada vez más nítidamente las demandas de apoyo técnico por parte de las empresas".
En este momento es dificil realizar un pronóstico sobre el impacto que tendrá esta nueva política económica sobre los centros de investigación y desarrollo, pero la oportunidad es propicia para analizar, bajo el nuevo contexto, observaciones que hemos realizado en el pasado.
En consecuencia debemos, como un ejercicio de evaluación interna, indagar continuamente sobre el papel que estamos jugando en este proceso. Así, en esta oportunidad expondremos algunas situaciones que ha vivido el Instituto de Ingeniería en el contexto antes senalado.
Cuando contrastamos las actividades realizadas por el Instituto de Ingeniería a lo largo de un poco más de siete años de funcionamiento con la clasificación de instrumentos y mecanismos de transferencia propuesta por Catala y Fernandez de Lucio, se hace evidente que nuestra actividad se abre como un amplio abanico que emite pulsos relativamente débiles en cada una de sus laminas. En efecto, en los países desarrollados usualmente existen agentes especializados que desarrollan una actividad profundamente profesionalizada en cada uno de estos aspectos. En general los centros de investigación y desarrollo se ciñen a su misión intrinseca, es decir, a implementar con eficiencia acciones orientadas hacia los proyectos, las asesorías, los servicios técnicos y la difusión tecnológica, Además, estas cuatro actividades básicas se conjugan entre sí para generar un clima global donde se forman recursos humanos. Otras actividades importantes dirigidas a la transferencia tecnológica hacia el sector productivo, como son las labores de enlacñ de políticas, negociación de tecnologías, etc., suelen estar en manos de otros actores a organizaciones.
En nuestro caso, y muy probablemente en el de otros centros de investigación y desarrollo tecnológico, encontramos que hemos participado en no menos de 14 de los 17 tipos de instrumentos y mecanismos. Surge entonces la pregunta si la amplia gama de actividades en las cuales nos involucramos no representa tanto un consumo elevado de energia, como un alejamiento de la misión del Instituto.
Bajo la óptica de lo que ocurre en los países desarrollados la respuesta a la pregunta anterior sería indudablemente afirmativa. Si existe un consumo elevado de energía en acciones que podemos designar como colaterales a la misión del Instituto, y si tiene un efecto sobre la eficiencia de los profesionales y técnicos la amplia gama de actividades que estamos cubriendo. Pero en el contexto de lo que ocurre en nuestro país, involucrarse en este elevado conjunto de actividades, ha resultado ser una estrategia de sobrevivencia indispensable.
En algo más que siete años de funcionamiento hemos participado, con intensidad variable en los siguientes tipos de actividad (Tabla 1):
TABLA 1:
MECANISMOS E INSTRUMENTOS DE TRANSFERENCIA TECNOLOGICA UTILIZADOS EN EL INSTITUTO DE INGENIERIA (1982 - 1989)
1. Proyectos de I & D Tecnológico. 2. Asesoría y Servicios Técnicos Especializados. 3. Apoyo Técnico. 4. Formación Científica y Tecnológica. 5. Asistencia en la negociación de tecnologías. 6. Formación de personal profesional y técnico. 7. Difusión de ciencia y tecnología. 8. Cooperación con gremios y asociaciones. |
9. Acuerdos y convenios con empresas o entes publicos. 10. Acciones de motivacion y participación tecnologica. 11. Diseno y ejecuci6n de politicas publicas. 12. Intercambio de personal. 13. Foros investigacion-industria y actividades similares. 14. Seguimiento o evaluacion de proyectos. |
De este modo, de las 17 formas posibles apenas hemos dejado de actuar en tres de ellas hasta los primeros meses de 1989 cuando nos hemos involucrado en la décimo-quinta, es decir la Participación en empresas que a su vez tienen como propósito la transferencia de tecnología. En efecto, recientemente el Instituto ha decidido tener participación accionaria en un nuevo Centro de I & D que se esta desarrollando en el Estado Mérida. No hemos tenido participación en apenas dos items de esta larga lista: la Cesión de Patentes y la Asistencia para la Venta de Tecnología. Pero no sería sorprendente si el Instituto se involucra a corto plazo en una u otra.
Otro aspecto interesante es que buena parte de las actividades señaladas en la tabla anterior tienen un bajo nivel de estratificación dentro del Instituto. Con frecuencia el personal de ms alta calificación debe compartir su tiempo entre los aspectos estrictamente técnicos de un problema y la promoción, administración, negociación, difusión de resultados, formación de personal, etc., y tampoco es extrano que simultaneamente sea miembro de algún grupo de trabajo, comité y organización gremial que aborda problemas relativos a políticas públicas o privadas, difusión científica y tecnológica, y así sucesivamente.
Probablemente en esta voragine de actividades se encuentra parte de la explicación al hecho (6), de que usualmente los investigadores de estos centros tengan una baja productividad en lo que a número de publicaciones se refiere. Pero resulta que la productividad en nuestro caso debe medirse por criterios diferentes. En el caso de la ciencia basica hay un producto terminal que es la publicación en revistas arbitradas nacionales o internacionales. En la actividad tecnológica los productos son múltiples, a veces difusos y lejos de lo que algunos analistas sugieren, tampoco medibles exclusivamente por el número de patentes.
Se puede argumentar que en algunos países desarrollados se aplican criterios de productividad como los referidos por Leomoine y colaboradores, pero en ellos privan precisamente las condiciones que aquí faltan: recursos suficientes, una diversidad de organizaciones que cubren buena parte de las actividades antes citadas y esfuerzos en investigación subsidiada de largo alcance y persistencia. En nuestro caso, donde el investigador principal, Jefe de Proyecto o de Unidad diluye su tiempo entre el proyecto, la prestación de servicios y asesorías, el dictado de conferencias, la participación en negociaciones, la formación de personal, participación en el diseño de políticas, motivaciones, etc., resulta realmente difícil medir su efecto global sobre la industria a traves de un solo parametro.
Finalmente se puede igualmente argumentar que esta es una estrategia equivocada, que la politica interna de los centros debe ser similar a aquella de los núcleos de investigación basica. Pero, si procediéramos de este modo podrían estos centros sobrevirir? No estamos simplemente cabalgando sobre un proceso de transición que eventualmente culminará en sedimentación más racional de nuestras actividades?