Espacios. Vol. 23 (3) 2002

Políticas de innovación en Cuba: una revisión de las políticas aplicadas en el desarrollo de la industria biotecnológica asociada a la salud

Innovation policies in Cuba: a review of public policies applied in the development of biotechnological industry related to healthcare

Francisco García Fernández y Oscar Chassagnes Izquierdo


3. Políticas de ciencia y tecnología en Cuba

3.1 Políticas de ciencia y tecnología durante la inserción en las antiguas economías socialistas

Algunos autores han distinguido la instrumentación de la política científico-tecnológica en este período en tres etapas (García Capote, 1999, pp. 135-148). Una primera, que abarca desde 1962 hasta 1976 y que García Capote ha denominado “política de promoción de la ciencia”, en cercanía alusión a Freeman que la ha llamado “política desde el lado de la oferta”. Esta es una etapa caracterizada por el esfuerzo gubernamental en crear entidades científicas en múltiples campos en un intento de llenar el espacio institucional en materia de centros productores de conocimientos científicos y que no se corresponde con los planes de desarrollo económico y social que se trazaron en los primeros años del triunfo revolucionario. Naturalmente, esta visión corresponde con el modelo lineal de innovación que domina en esos momentos en los sistemas de ciencia y tecnología en el mundo y que en los países socialistas de Europa del Este y en Cuba en particular, se arraigo profundamente, siendo incapaces de superarlo incluso en etapas posteriores.

Es evidente, que ante la casi ausencia de generación de tecnologías domésticas, se hiciera énfasis en la transferencia tecnología como vía fundamental para construir las capacidades tecnológicas que requería el país, que garantizaran los planes de desarrollo que durante esos años se estaban concibiendo. El esfuerzo máximo se concentró sobremanera en formar los profesionales que se necesitarían para poder cumplir las metas de desarrollo, especialistas capaces de responder a los retos que la ciencia y el desarrollo tecnológico exigían.

La ruptura de las relaciones económicas y políticas con los Estados Unidos y el acercamiento político que se va produciendo, con sus altibajos en los años 60, a la URSS y sus socios europeos, convierten en el curso de una década, a este grupo de países, en la principal fuente de origen de las tecnologías importadas. Esto trajo consecuencias de una profunda trascendencia. Fue necesario una completa reconversión de las capacidades tecnológicas de la industria nacional, ante la pérdida del mercado tradicional de tecnologías e insumos de todo tipo. Industrias, como la del níquel, quedaron paralizadas, sobre todo por la marcha de casi todo los ingenieros y personal calificado que allí trabajaba, así como la ausencia de todo tipo de asistencia técnica y piezas de recambio. Se plantea que abandonó el país en los dos primeros años después de 1959, más de la mitad de la fuerza de trabajo mejor preparada que existía. Esto demuestra que la tarea más urgente era sin dudas la formación de nuevos especialistas calificados en los más variados campos de las ciencias y las tecnologías. Una parte importante de los futuros científicos y tecnólogos fue a prepararse a la antigua URSS, incluso desde los mismos años 60, incrementándose paulatinamente la cifra de estudiantes que anualmente allí se preparaban hasta llegar a más de 5 000 personas al mismo tiempo. Existe un reconocimiento implícito en la política de investigación y desarrollo nacional, de que los recursos humanos calificados son imprescindibles no solo para producir nuevos conocimientos, sino también para la adaptación de las tecnologías extranjeras al contexto específico de cada empresa.

Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fueron relativas a la tenencia de la propiedad1. Surgió una amplia propiedad estatal, inicialmente resultado de las nacionalizaciones efectuadas de las grandes empresas norteamericanas y también algunas de origen nacional. Solo quedarían en manos privadas pequeños negocios, que son nacionalizados en 1968 y una parte de la tierra. Este nuevo modelo de propiedad existente se reflejó también en el sistema innovativo que se iba creando, pues los actores fundamentales, todos son agentes estatales, tanto las instituciones de investigación científica y tecnológica, como las empresas que debían adoptar los conocimientos allí producidos. Es decir, a diferencia de otros contextos, la empresa privada, no participa en el sistema innovativo que se va gestando, pues rápidamente desaparece del escenario nacional y lo que queda es insignificante en términos de producción o adaptación de tecnologías.

En los años 70, Cuba se convierte en miembro pleno del COMECOM (Consejo de Ayuda Mutua Económica) y se crean instituciones homólogas a las existentes en esos países, encargadas de dirigir la investigación científica y tecnológica así como las relaciones externas en este campo, fundamentalmente con la URSS y el resto de los países socialistas de Europa del Este. Se crearon el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (1974) y el Comité Estatal de Ciencia y Técnica (1976), ambas entidades tenían como propósito coordinar mejor las actividades relativas a la investigación y desarrollo, pero haciendo un esfuerzo mayor desde el lado de la demanda. Esto marca un segundo período en la instrumentación de las políticas científico-tecnológicas que se extiende hasta fines de los años 80 y principios de los 90 cuando tiene lugar la irrupción de la crisis que modificó todo el esquema de inserción internacional de la economía cubana y que repercutió necesariamente en la gestión interna de la economía. En esta etapa se idearon mecanismos con el propósito de acelerar la transformación de los resultados de las investigaciones científicas en tecnologías disponibles y utilizables por las empresas estatales. El Plan de Coordinación por Problemas Vigentes (desaparece en 1985) cuyo objetivo fundamental era incorporar en un único plan a productores y usuarios del conocimiento. El Programa Científico-Técnico, el cual ante los escasos resultados del Plan de Coordinación intentó alcanzar “un mayor grado de integridad, que reconocía más nítidamente a los productores y usuarios y propiciaba con mayor definición su incorporación, así como la de otros agentes del cambio tecnológico” (García Capote, 1999, pp. 135-148).

Sin embargo, fueron escasos los resultados prácticos obtenidos, así como fue imposible ordenar adecuadamente a escala nacional todo el potencial científico construido desde el inicio de los años 60. Evidentemente, ya desde estos años se demostraba que el modelo lineal, en términos de “empuje de la ciencia”, es insuficiente para inducir la transferencia del conocimiento y de la tecnología hacía las empresas productivas. Se descansó absolutamente en la trasferencia tecnológica desde los antiguos países socialistas. Las empresas estatales se limitaban exclusivamente a encarar localmente esfuerzos ‘adaptativos’, en la mayoría de los casos con materias primas importadas, pero en muy pocas oportunidades a desarrollar tecnologías verdaderamente novedosas a escala mundial. Las empresas cubanas insertas en el modelo de gestión propio de los países miembros del CAME no tenían autonomía jurídica ni económico-financiera para decidir acerca de la mejor opción tecnológica. Se desarrolló entonces, en esta materia, una 'cultura' innovativa burocratizada y poco tendiente a establecer buscar vínculos entre los centros de investigación científica (por ejemplo, Universidades, centros de investigación, etc.,) y las empresas productoras de bienes y servicios. Estas relaciones en la mayoría de los casos, eran extremadamente débiles, cuando existen, pues no constituían un objetivo explícito y prioritario, conectándose más con centros académicos o tecnológicos ubicados en los países de Europa del Este, y en la antigua URSS. Un rasgo común compartido fue el desarrollo de una 'cultura' de funcionamiento basada en jerarquías, rutinas burocráticas de gestión del gasto de I+D que poco tenían que ver con una real dinámica innovativa. Las empresas estatales al no basar su funcionamiento en criterios de desempeño y en premios y sanciones asociados a la transferencia de resultados al aparato productivo, la gestión fue gradualmente adaptándose a un modelo burocrático de ‘baja restricción presupuestaria”.

Hasta 1982 el país mantuvo determinadas relaciones comerciales (entre el 15 y 20 por ciento de su comercio exterior) con socios occidentales de donde se importaron algunas tecnologías y bienes de consumo. Sin embargo, a partir de 1979 Cuba comienza a tener serias limitaciones para acceder al crédito internacional en moneda libremente convertible, que llega a su máximo deterioro en 1982 cuando las condiciones financieras internacionales se agravan, reduciéndose drásticamente el acceso a cualquier tipo de financiamiento en este tipo de monedas. Esta situación determinó, una integración más profunda de la economía cubana en las economías socialistas, en particular, en la soviética, la que llegó a concentrar más del 70 por 100 del intercambio externo total en 1985 (CEE, Anuario Estadístico de Cuba, 1985).

Con la crisis de fines de los 80 y principios de los 90 se inicia una nueva etapa que marca un viraje en el sistema innovativo cubano y en las políticas aplicadas en este campo. Ante todo hay que tener en cuenta que dada la profundidad y duración de la crisis, se afectaron ampliamente el gasto en investigación y desarrollo, así como todos los sectores de amplio contenido social: la educación, la salud pública, la seguridad social2. El gasto en I+D cayó a menos de un 1% del PIB, recuperándose a fines de los noventa a un 1,17%, escaso aún según los parámetros internacionales que marcan los países más avanzados (CITMA, 1998, p. 9). Sobre todo fue relevante el retroceso en el nivel de matriculación de la educación cubana, incluso a nivel universitario, lo que pone de relieve la crisis y la falta de incentivos a estudiar por los bajos salarios y escasas posibilidades de empleos bien remunerados.

Sin embargo, lo nuevo del período esta dado en dos aspectos básicos; primero, en el énfasis que pone el gobierno desde mediados de la década del 80, en dirigir cuantiosas inversiones, al desarrollo de una industria de alta tecnología, fundamentalmente la biotecnología y la médico-farmacéutica, no integrada en los acuerdos del Consejo de Ayuda Mutua Económica y segundo, el diseño de una concepción de sistema nacional innovación diferente al anterior, donde se pretende potenciar el papel de la innovación tecnológica en el desarrollo del país, organizando los esfuerzos en base a proyectos y programas vinculados a la solución de problemas concretos existentes en sectores, industrias o territorios (la alimentación humana, la salud pública, que incluye la fabricación de medicamentos, la búsqueda de nuevos fondos exportables, la sustitución de importaciones , el ahorro de energía, entre otros).

La reestructuración del sistema innovativo pretende superar las deficiencias pasadas a través de una mejor estructura institucional creando nuevos mecanismos y espacios (ej. los Polos Científico-Productivos, Forum de Ciencia y Técnica) que promuevan la transferencia de las invenciones e innovaciones hacia los posibles usuarios. El entorno financiero, que siempre ha sido uno de los pilares más débiles del sistema innovativo cubano, se ha ido adaptando, aunque naturalmente muy lentamente y sin salvar todas las deficiencias de escasez de recursos, involucrando al sistema financiero nacional (ya están a disposición de las empresas algunos instrumentos para financiar actividades de I+D) y en parte a las empresas estatales.

No obstante, la escasa cultura innovativa existente entre los dirigentes empresariales y sobre todo, la falta de premios directos a todo el personal de I+D han limitado los resultados del esfuerzo realizado. Así, se reconoce el hecho de que el “...esfuerzo innovativo no responde aún a estrategias integrales surgidas de los sectores productivos, lo que conlleva muchas veces a esfuerzos importantes para lograr introducir o generalizar las invenciones que se han generado por determinados colectivos. En general no se logra todavía una correcta identificación de las demandas tecnológicas de los sectores de producción de bienes y servicios, ni una adecuada articulación de las mismas con las posibilidades del potencial científico-nacional” (IDICT, 2000, p. 121).

Un caso especial es el sector biotecnológico, donde los esfuerzos datan de mediados de los años 80. El éxito del desarrollo de las capacidades endógenas creadas y por consiguiente, el aprovechamiento de las “ventanas de oportunidad” que aún puedan existir, depende en gran medida de la elección del "modelo" de desarrollo biotecnológico, que debe estar en correspondencia con las condiciones particulares y prioridades de cada país3. En el caso de Cuba estuvo en la producción del interferón leucocitario humano, como parte del proyecto general de desarrollo de la biotecnología asociada a la salud.

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Vol. 23 (3) 2002
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