Alfredo Rébori *, Alejandro Bricker** y Mª. Claudia D’Annunzio ***
Recibido: 28-02-2010 - Aprobado: 15-04-2010
RESUMEN: |
|
ABSTRACT: |
El siglo XX, y particularmente la década de los ‘90s, ha sido un periodo en el que la generación de innovaciones ha cambiado profundamente la forma de vida del hombre. Este cambio tecnológico, además de continuar acelerándose, ha adquirido particularidades que se ven profundizadas en la nueva “Sociedad del Conocimiento” caracterizada por la globalización, las tecnologías de la información y las rápidas alteraciones en los mercados abarcando, entre otros aspectos, la reducción en los ciclos de vida de los productos y la flexibilización de los procesos (Yoguel y Boscherini, 2001).
Surge así un nuevo paradigma tecnológico, en el cual la diversificación de la de demanda genera oportunidades de crecimiento de la oferta de productos y servicios, y la capacidad de respuesta a esa demanda determina la eficiencia de las organizaciones, generando un proceso de retroalimentación en el cual “la gestión de la innovación y del conocimiento constituyen ejes estratégicos para las organizaciones en aras de lograr la competitividad y la inserción en nuevos escenarios y ámbitos de mercado”, es decir, con elevado impacto sobre el desarrollo económico (Espinosa Martínez, 2003).
Esto pone en evidencia la relevancia de la ciencia y la tecnología en la obtención de ventajas competitivas, para la cual el desarrollo de capacidades tecnológicas e innovativas no es el resultado de acciones individuales de los agentes (Yoguel et. al., 2007) sino “un proceso sistémico, en el que participan una serie de agentes que interactúan en el sistema nacional de innovación. […] Por ende, el ritmo de aumento de la productividad del sistema productivo no sólo depende de las inversiones individuales sino también de la densidad, profundidad y dinamismo de los flujos de conocimiento trasmitidos dentro del sistema de innovación.”(CEPAL, 2004).
De acuerdo a Yoguel et. al. (2007) el consumo y circulación del conocimiento, que a su vez constituye una fase importante de su producción, depende positivamente de cuatro elementos esenciales para el desarrollo científico y tecnológico. Uno de ellos es la interrelación entre universidades y centros tecnológicos con las empresas. Sin embargo, la mayor parte de las PYME aún se caracteriza por un reducido nivel de capacidad tecnológica (Yoguel y Rabettino, 1999).
En otras palabras, además de las innovaciones que provienen de inversiones privadas como la incorporación de maquinaria e intangibles (en un marco de laissez faire en materia tecnológica), resulta apropiado adoptar, por parte del Estado, políticas de institucionalización y fomento de las relaciones entre quienes participan en investigaciones científicas y el sistema empresarial, y desarrollar mecanismos que permitan aprovechar las actividades de I+D y la incorporación de tecnologías de ambas partes (CEPAL, 2004).
En este contexto,las interrelaciones entre el mundo científico y el empresarial, en materia tecnológica, pueden gestionarse de acuerdo con dos modelos genéricos: el Modelo de Oferta y el Modelo de Demanda. Si bien ambos apuntan a la generación y transferencia de conocimientos, lo hacen desde dos perspectivas diferentes que se abordan a continuación.
Desde la perspectiva del modelo de oferta la identificación, priorización y formulación de proyectos de investigación y desarrollo y la innovación, dependen de la intuición o interés del investigador o la institución científico-tecnológica, y la oferta tecnológica se canaliza en forma unidireccional: Sector Científico => Sector Empresario. De este modo, las empresas se proveen del stock de conocimiento científico y técnico acumulado para transformarlo en productos y/o procesos comercializables. Se trata de un modelo lineal del fenómeno que se comporta de acuerdo a un patrón del tipo “Investigación científica => Desarrollo tecnológico => Innovación industrial” que conduce al progreso y el bienestar social caracterizado por ser:, (i) estrictamente causal, (ii) unidireccional, y (iii) con lógicas propias e independientes en cada uno de los tres ámbitos.
Si bien, desde el punto de vista de la Economía y de la Administración, los principales interrogantes a responder antes de llegar al mercado son: ¿qué producir?, ¿cómo producir?, y ¿para quién producir?, gran parte de las metodologías empleadas en la práctica por el sector científico generalmente no responden a estudios de mercado previos, por lo que los “productos tecnológicos” (resultados de las investigaciones) generados y ofertados no necesariamente están orientados a la solución de limitantes reales y prioritarias de las unidades productivas (Malano et. al., 2001).
En el comportamiento de los mercados tecnológicos es habitual que la oferta tecnológica, tenga dificultades para asociarse con la correspondiente demanda tecnológica de las empresas, creándose dos mundos tecnológicamente estancos. La predominancia de este modelo ha llevado a “una falta de apoyo genuino y constante de parte de los productores a los sistemas de investigación / transferencia, llegándose incluso a situaciones en las que ha predominado una imagen […] negativa […] de la investigación aplicada, [los] desarrollos tecnológicos y de la adopción de las innovaciones tecnológicas.” (Malano et. al., 2001).
El Modelo, de Demanda se focaliza en el nuevo paradigma de la innovación tecnológica y se basa en estudios previos sobre los actuales y potenciales requerimientos del sector productivo. Fue impulsado en gran parte por los países de Latinoamérica ante la necesidad de ampliar la participación del mercado en el desarrollo de modo que “la demanda tecnológica [del sector productivo] pasó a convertirse en uno de los principales criterios para definir las prioridades de la política y asignar recursos.” (CEPAL, 2004).
Se trata de un enfoque no lineal de la innovación, e implica una redefinición de la política científica y tecnológica asumiendo que la generación y difusión de conocimiento requiere la interacción de distintos agentes (empresas, centros de investigación, universidades, unidades de vinculación tecnológica (UVTs), consultoras, etc.) (Yoguel et. al., 2007), a modo de “entidades de apoyo” al sistema industrial, para facilitar la competitividad tecnológica empresarial.
El nuevo paradigma emergente indica que la generación de conocimiento no es sólo un asunto científico-académico, sino un fenómeno social de amplio alcance en el que las fronteras entre ciencia-tecnología e industria se han difuminado (Martínez Rodríguez, 2007). En otras palabras, “este enfoque se sustenta en la idea de que la demanda determina la asignación de recursos y, en consecuencia, la intervención se orienta a promover el desarrollo de los mercados. La direccionalidad y cobertura de dichas acciones depende de la demanda de los beneficiarios, que son las empresas individuales” (Moori Koenig, Ferraro y Gatto, 2002, pág. 57). El modelo sugiere, entonces, que los proyectos de investigación debieran ser diseñados como proyectos de investigación y transferencia con análisis de impacto
En la tabla 1 se sintetizan las características centrales de cada uno de los modelos abordados.
Tabla 1
Comparación de los modelos
Indicadores | Modelo de Oferta | Modelo de Demanda |
---|---|---|
Prioridades de investigación | Determinadas por el investigador o la institución. | Determinadas por las demandas del sector productivo. |
Orientación de la investigación | Producción de material científico (publicaciones). | Solución de problemas: generación real de transferencia y/o ingresos adicionales para la institución. |
Resultados | Generalmente no introducidos al mercado. | Insertos en el mercado. |
Protección legal | Casi no se utiliza. | Patentes, modelos de utilidad, etc. |
Incentivos económicos al investigador | Generalmente no vinculados a los resultados en términos de uso de la tecnología. | Dependen de la aplicabilidad de los resultados. |
Presupuesto | Estatal | Mixto (Empresas, Estado, ONG, etc.) |
Tiempos | Generalmente largos. | Generalmente cortos y respetando un cronograma. |
Clientes | Estado, ocasionalmente empresas. | Todos los actores. |
Fuente: Adaptación propia de Espinosa Martínez (2003)
Con el objetivo de reducir la brecha descripta, entre Oferta y Demanda de conocimientos científico-tecnológicos, en la Argentina se ha estimulado la creación de unidades de transferencia de los resultados de investigación de Universidades y Centros Cientifico-tecnológicos públicos a las empresas. De tal modo, y con la sanción. en el año 1989 de la Ley de Promoción y Fomento a la Innovación Tecnológica (ley N° 23.877), se creó la figura de Unidades de Vinculación Tecnológica (UVTs). La UVT es, de acuerdo con el Art. 3 de la ley 23877, un “ente no estatal constituido para la identificación, selección y formulación de proyectos de investigación y desarrollo, transmisión de tecnología y asistencia técnica.”
La creación de esta figura se fundamentó en la necesidad de flexibilizar el manejo de los fondos que puedan recibir las instituciones oficiales de Ciencia y Tecnología (CyT) y facilitar el contacto entre las mismasy las firmas privadas, funcionando como interface entre la demanda y la oferta tecnológica (Yoguel et. al., 2007).
Por otra parte, esta ley también intentaba dar solución a lasituación generada por el modelo de oferta, a través de la aplicación de programas específicos de financiamiento de investigaciones aplicadas, transferencia tecnológica, estudios de mercado, modernización tecnológica y capacitación en diversos niveles. Dichos Programas estaban destinados no sólo a las grandes empresas sino también al sector PyME, y atendiendo a la heterogeneidad de las demandas tecnológicas (Malano et. al., 2001). Ejemplos de los instrumentos implementados son el Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR) y el Programa de Consejerías Tecnológicas, entre otros.
En este sentido, si bien se han realizado experiencias y esfuerzos para poner en marcha acciones y prácticas dirigidas al desarrollo del sector productivo, formulando un avance en la problemática de las PYME y en el diseño e implementación de acciones tendientes a su superación, “existe reconocimiento de que la mayoría de las empresas desconoce la oferta de servicios y que ésta no siempre se adapta a sus necesidades” (Moori Koenig, Ferraro y Gatto, 2002, pág. 55). Un sistema de innovación es competitivo cuando muestra habilidades para conseguir resultados que garanticen una mejora a nivel social (Benites Jump, 2008). De tal modo, las regiones se hacen atractivas y competitivas si han desarrollado un entorno tecnológico que permite y mantiene relaciones de colaboración fluidas con la investigación, el entorno productivo y los demás agentes del sistema, a través de “redes tecnológicas distribuidas” (Ondategui y Belinchón, 2005).
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados hasta el momento para compatibilizar las visiones descriptas, el Sistema Científico y Tecnológico nacional no ha logrado aún consolidar una organización del sistema de producción equilibrado para apoyar plataformas tecnológicas a partir de la conformación de clusters que proporcionen productividad, innovación, y orientación al mercado internacional del conjunto de sectores locales. Es por tanto necesario como señala Álvarez et. al. (2005), desarrollar elementos intangibles a partir de la concreción de actividades en pos de una mayor vinculación de las instituciones de investigación y desarrollo, lo cual requiere considerar en primer lugar las características regionales de las demandas tecnológicas y las necesidades de investigación.
Tal como se expresa en CEPAL (2004), “el proceso de crecimiento económico depende de la acumulación de factores productivos […] y de la incorporación de conocimiento a la producción (lo que denominamos genéricamente “innovación”), ya sea a través de los bienes de capital, de las habilidades y capacidades de los trabajadores o bien de cambios en la organización de la producción o en la gestión empresarial.”
De acuerdo a lo antedicho y, considerando las definiciones de los distintos tipos de innovación planteadas en el Manual de Oslo, es posible clasificar a las demandas tecnológicas y a las necesidades de investigación en las siguientes categorías:
De acuerdo a Malano et. al. (2001) se define a la Demanda Tecnológica como una carencia (proceso, tecnología, procedimiento técnico, etc.) de la empresa que está disponible en el “mercado tecnológico” (patentes, empresas de ingeniería, bienes de capital, etc.) o puede ser puesta a su disposición, en un plazo breve, a partir de resultados de la investigación actual o potencial. Es decir, son actividades que se requieren para lograr una “mejora” en la empresa en el término de aproximadamente un año. Por otra parte, son consideradas necesidades de Investigación aquellos proyectos de investigación que, a juicio de las empresas encuestadas, son interesantes para mejorar la competitividad de su sector industrial a mediano plazo. En otras palabras, aquellas actividades que se requieren para lograr una “situación deseable” en la empresa en el término de dos a cinco años. Para más definiciones de terminología utilizada en este trabajo ver anexo.
Vol. 31 (3) 2010
[Índice]